POCO DISPUESTO A OBEDECER (2013)
Miguel es un adolescente de quince años que trae su madre a mi consulta. Esbelto, de talla media, tez blanca, manos finas y dedos largos, su aspecto es todavía infantil. Me llama la atención que su actitud es muy serena para un chico de su edad. Mantiene los brazos indolentemente cruzados sobre el tronco a lo largo de todo el interrogatorio, y se limita a inclinar ocasionalmente la cabeza al hablar, prescindiendo por completo del movimiento de las manos para expresarse.
Lo trae su madre a mi consulta por unas migrañas de 3 años de evolución. Empezaron súbitamente en unas colonias (a las que Miguel no deseaba ir), lo que forzó su regreso a casa. En la actualidad, tiene un promedio de 1-2 cefaleas semanales, con una duración máxima de 3 días. Las crisis vienen precedidas de vómitos y se manifiestan en forma de sensación de presión ocular y frontal, con punzadas ocasionales, fotofobia importante y aversión a los ruidos. Se acompañan de sensación de inestabilidad y fatiga. Aparecen cuando «hace cosas que no le apetecen» y ceden (con ayuda de analgésicos) cuando se relaja, al cabo de unas horas.
¿Que es lo que no te apetecía de aquellas colonias? le pregunto, ya a solas. Que me obligaran a seguir al rebaño, me contesta. Miguel sabe perfectamente lo que siente y lo que quiere. No le gusta que le ordenen lo que tiene hacer y, en este sentido, las colonias implicaban una obediencia permanente. Sus padres andan un poco preocupados por este hijo suyo quien – a diferencia de sus amigos de clase, con los que mantiene una buena relación-, no parece necesitar compañía alguna durante los fines de semana, que pasa enteramente en casa leyendo o entretenido con sus cosas.
La apariencia tranquila de este adolescente, que nunca llora y mantiene un alto grado de control sobre lo que dice, se ve traicionada por algún pequeño detalle: se muerde las uñas, bruxa y ocasionalmente tiene sensación de constricción en la garganta (mei he qi). Entre los antecedentes destacan una bronquitis asmatiforme, amigdalitis y otitis de repetición, una adenectomía, un hidrocele y dos hernias inguinales. Es friolero; no obstante, a veces suda de noche y las orejas se le enrojecen. La lengua tiene una saburra blanca fina, y la punta está puntiaguda y alzada. Los pulsos de Bazo y Pulmón son superficiales.
Sus antecedentes patológicos (amigdalitis, adenoides, bronquitis) y su constitución física, así como el hecho de que no soporta las injusticias, de entrada me sugieren una constitución Metal. Además, los pulsos que se distinguen son los de los meridianos Tai Yin. No obstante, la suficiencia en su comportamiento, la claridad de lo que quiere y el gran control que ejerce sobre sus actos, me orientan a una resonancia Tai Yang. Después de haber revisado la sintomatología de los puntos, mis dudas se concentran en Lieque (P7, secuencia rota) y Chengguang (V6, recepción de la luz). Me decanto por éste último por la importancia de la fotofobia y las características clínicas de la cefalea que – según Jean Marc Kespi – se corresponden con su función de Barrera del Yang que desciende del cráneo a la cara.
Lo vuelvo a ver al cabo de quince días. A Miguel prácticamente no le ha dolido la cabeza. Asimismo, ha habido cambios en su comportamiento: en clase, cuando le estaban preguntando la lección, al interrumpirle los compañeros, de golpe los había cortado con un ¡cállate gilipollas!, reacción absolutamente impropia de él (que hizo enmudecer a la clase entera). Asimismo, su madre está sorprendida porque, jugando con la play-station, su hijo ha se ha enfadado repetidamente, sin poder contener malsonantes palabrotas, cosa que a él mismo le ha resultado muy extraño: me parece que la doctora me ha hecho algo…
Ese mismo día, al acabar mi jornada, reviso la información contenida en “Le Banquet des Points” (nº 42) sobre Chengguang (V6). Cual no será mi estupefacción al descubrir que una de las acepciones del ideograma Cheng es también recibir una orden y obedecer.
En nuestra tercera visita (transcurrido un mes de la anterior), la migraña solamente ha aparecido en la última semana, con una intensidad del 60% de la inicial y sin necesidad de analgesia. Tampoco ha sido desencadenada por situaciones que no controla. Sigue estando más expresivo y, en su tiempo libre, un poco más sociable.
Hasta la cuarta sesión (un mes después), Miguel no ha tenido ninguna crisis. Además, su madre me comenta que le parece que está dando un estirón estas últimas semanas. Repito la puntura, y lo cito para dentro de 2 meses.
Reflexionando sobre los elementos de la exploración clínica, aventuro que la falta de apertura al exterior del nivel Tai Yang, unida a la constitución Metal de nuestro joven, ha repercutido en una dificultad de asimilación de tipo Tai Yin, que aparece reflejada en los pulsos y, probablemente, en su escaso grado de desarrollo físico (por cierto, la persona que lo derivó a mi consulta, 3 meses después me dice que ha crecido una barbaridad; que se ha transformado por completo).
Finalmente, el resultado de este tratamiento sobre este Tai Yang, tan poco dispuesto a recibir órdenes, incrementa mi admiración por la sabiduría de los acupuntores de la antigüedad – que, necesariamente, debían conocer todas las resonancias de Chengguang (V6) para ser capaces de atribuirle un ideograma cuyas diversas lecturas permiten identificarlo -, así como mi desconcierto ante el modo escueto, críptico y sutil empleado para transmitir dicho conocimiento.